Por Oscar D’Angelo
Sin lugar a dudas el 3 de febrero de 1813, con aquella fugaz y decisiva batalla en tierras santafesinas, comenzó la era sanmartiniana. Fue el origen de la liberación definitiva de nuestra patria y de la región.
El antiguo convento de San Carlos y el pino que crecía a su lado en cuya sombra San Martin envió el parte del triunfo al gobierno de Buenos Aires, fueron testigos de la magna hazaña iniciada por el libertador.
El otro 3 de febrero, el de 1823, corresponde al encuentro entre San Martin y Olazábal en el Manzano, sitio ubicado en la cercanía del “Totoral”, estancia de Juan Francisco Delgado,siete meses después del histórico encuentro entre San Martin y Bolívar en Guayaquil.
Si bien la llegada al Totoral fue probablemente el 29 de enero, día en que se conmemora oficialmente el encuentro, el 3 de febrero es necesario tenerlo en cuenta. Sobre todo, el dialogo entre el joven Manuel Olazábal (tenía 22 años) y el General:
—recuerda. hijo, que día es hoy?
—En este momento no, señor.
—pues ente día en 1813, poco más o menos a estas horas, el Regimiento hizo en San Lorenzo, su primer ensayo; no lo habrán olvidado los matuchos, ni yo tampoco, porque me vi bien apurado…
Allí, durante la presidencia del General Juan Domingo Perón, en 1950, se inauguró el gran “Monumento del Regreso a la Patria.
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Tal vez resulte más útil entender esos 10 años de nuestra historia si se tiene en cuenta lo que sucedía en Europa al final de las guerras napoleónicas y la posición política militar de José de San Martin, luchando primeramente contra la invasión napoleónica (absolutista en ese momento) y contra Carlos IV y Fernando VII, ambos Borbones y monárquicos.
Las revoluciones o guerras atlánticas estuvieron contenidas en un periodo de treinta años como consecuencia de fenómenos filosóficos y sociales muy profundos y trascendentes: la revolución industrial, la Iluminación acontecida un siglo antes, el nacimiento creciente de una posible manera de vivir fuera del despotismo monárquico.
En estas guerras están incluidas la Independencia de EE UU (1776), la Revolución Francesa (1789) y la independencia de las colonias hispanoamericanas iniciada formalmente en 1810.
Convengamos que Francia e Inglaterra mantuvieron constantes enfrentamientos por la hegemonía económica de Europa (recordemos, por ejemplo, la Guerra de los cien años).
El liberalismo que había nacido en Inglaterra por influencia de Johan Locke y posteriormente Adam Smith tuvo su máxima expresión en esa treintena de años y por supuesto las ideas del iluminismo anclaron y produjeron movimientos revolucionarios como la toma de la Bastilla, fenómeno que encendió la mecha revolucionaria más importante contra el absolutismo. Aquí surge el lema popular Libertad, Igualdad, Fraternidad, que más que un lema es una incitación a cambiar la forma de estar en el mundo y salir de las tiranías, y la esclavitud.
Allí se firma por primera vez la DECLARACIÓN DE LOS DERECHOS DEL HOMBRE Y DEL CIUDADANO, que también es útil recordarlo:
“Los representantes del pueblo francés, constituidos en Asamblea nacional, considerando que la ignorancia, el olvido o el menosprecio de los derechos del hombre son las únicas causas de las calamidades públicas y de la corrupción de los gobiernos, han resuelto exponer, en una declaración solemne, los derechos naturales, inalienables y sagrados del hombre, a fin de que esta declaración, constantemente presente para todos los miembros del cuerpo social, les recuerde sin cesar sus derechos y sus deberes; a fin de que los actos del poder legislativo y del poder ejecutivo, al poder cotejarse a cada instante con la finalidad de toda institución política, sean más respetados y para que las reclamaciones de los ciudadanos, en adelante fundadas en principios simples e indiscutibles, redunden siempre en beneficio del mantenimiento de la Constitución y de la felicidad de todos.”
Es en esa revolución donde participa políticamente el venezolano Francisco de Miranda, jefe intelectual de la emancipación hispanoamericana y creador de una logia de estructura masónica. Miranda llegó a ser mariscal de Francia y es tan importante su figura revolucionaria que es el único americano que tiene su nombre escrito entre los héroes en el Arco de Triunfo de París.
Otro fenómeno a tener en cuenta es que la Santa Inquisición, si bien intentaron abolirla en la junta de Cádiz, recién dejó de funcionar en 1834 durante el reinado de María Cristina de Borbón. Esto hizo que los opositores a las monarquías absolutas se vieran obligados a mantener sus planes revolucionarios en sociedades secretas para no terminar desterrados o quemados en las hogueras de la Inquisición. Tal fue la Logia fundada por Francisco de Miranda en Londres y en Cádiz en 1811. Se llamó de los Caballeros Racionales en Inglaterra y Logia Lautaro en España. En ella participaron: Carlos María de Alvear, Bernardo O’Higgins, José de San Martín, Tomás Guido, José Cortés de Madariaga, Julián Álvarez, Bernardo Monteagudo José Antonio Álvarez Condarco, José Matías Zapiola y Ramón Freire. Miranda no solo fue el fundador de estas logias sino el jefe de la misma. Dentro de la Masonería Universal había una subdivisión denominada Logias Patrióticas Revolucionarias Americana y su objetivo giraba alrededor de la independencia de las colonias americana solamente.
Volviendo al 3 de febrero de 1813, es necesario recordar que San Martin llegó desde Londres el 9 marzo de 1812, de forma inmediata crea el Regimiento de Granaderos a Caballos el 16 de marzo de 1812, también a mediado de ese año funda la filial de la Logia Lautaro, junto a Carlos M. de Alvear, Josefa Morales de los Ríos, José Matías Zapiola y otros patriotas. Se casa con Remedio de Escalada el 12 de septiembre de 1812 y a finales de enero de 1813 parte hacia Santa Fe, recorriendo 400 kilómetros en 5 días con 150 granaderos recién incorporados al regimiento.
Recordemos que desde 1811 la ciudad de Montevideo era la sede del gobierno español y su virrey fue Francisco Javier Elio. Rondeau (vencedor en la batalla de Cerrito, 31 de diciembre de 1812) mantuvo el sitio de Montevideo. A posteriori se unió Artigas con el Cuerpo de Blandengues, pero los realistas españoles mantuvieron libre el puerto con salida al rio de la Plata y al mar. Para palear las dificultades del sitio los españoles salían en busca de ganados y otros alimentos por el Paraná y el Uruguay, saqueando todo lo que encontraban en el camino.
Un prisionero de los realistas, el paraguayo José Félix Bogado, se arrogó de un barco español y con ayuda de unos troncos logró llegar a la costa y le dio a San Martin importantes datos que el joven coronel utilizó para el ataque. La cantidad de soldados enemigos superaba el doble a los granaderos patriotas, sin embargo, la estrategia de San Martin y la rapidez de su accionar hizo que a los 15 minutos terminara la batalla. Quedaron 40 muertos realistas en el campo de batalla, 14 prisioneros y 17 perdidas patriotas. Los demás huyeron.
A fines de 1813, San Martin viaja al Norte para remplazar a Belgrano y en enero de 1814 se hizo cargo de aquel ejército para luego renunciar. Ya el 7 de septiembre se encuentra en Mendoza para organizar aquí el Ejercito de Los Andes.
No es la intención de esta nota describir la guerra en Chile y Perú, pero si es necesario decir que la controvertida “Entrevista de Guayaquil” entre Simón Bolívar y José de San Martin el 26 y 27 de julio de 1822 y el posterior renunciamiento de nuestro General todavía genera múltiples interrogantes. No solo renuncia a continuar la guerra sino también a su cargo de Protector del Perú. Gobierna hasta el 22 de septiembre de 1822, entrega el poder político al Congreso Nacional y comunicó que dejaba sus tropas al General Bolívar, pero el 28 de agosto escribió una extensa carta conocida como EPISTOLA DE SAN MARTIN A BOLIVAR
Después de Guayaquil. Lima 28 de agosto de 1822
Se transcribirán algunas líneas, que tal vez pueda ayudar a seguir sacando conclusiones.
“…Los resultados de nuestra entrevista no son los que yo tenía previstos para dar un final rápido a la guerra. Por desgracia, estoy completamente convencido de que o bien usted no ha estimado sincero mi ofrecimiento de servir a sus órdenes con las tropas a mi mando, o mi persona le resulta molesta. Las razones que usted adujo –que su tacto no le permitiría nunca darme órdenes y que, aunque ése fuera el caso, el congreso colombiano no lo autorizaría a separarse del territorio de Colombia- no me han parecido muy plausibles.
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El general Arenales quedará al mando del ejército argentino. Su honestidad, su coraje y sus conocimientos lo hacen merecedor de todas las consideraciones que usted tenga con él.
Nada diré de la anexión de Guayaquil a la Republica de Colombia. Permítame, general, decir que no creo sea de nuestra incumbencia decidir asunto tan importante. Al terminar la guerra lo habrían decidido los respectivos gobiernos, sin los conflictos que ahora pueden resultar para los intereses de los nuevos estados de Sudamérica”.
En Chile todavía gobernaba su amigo Bernardo de O´Higgins cuando llegó al puerto de Valparaíso, éste le envía un transporte para que lo conduzca hasta Santiago donde permanece muy pocos días y con premura organiza el sexto y ultimo cruce de los Andes por el Paso del Portillo. Manuel Olazábal que vivía en esos tiempos en Mendoza enterado del regreso del General salió a su encuentro y lo esperó donde hoy se encuentra el Manzano Histórico. Olazábal había sido cadete de Granaderos a Caballo y tenía 14 años cuando participó en el Combate de San Lorenzo.
El viaje desde Santiago hasta el Manzano fue de siete días, venía cabalgando en una mula zaina acompañado por un capitán, dos asistentes, dos mucamos, cuatro arrieros y tres cargueros con el equipaje y comestibles. Continuaron el descenso y se hospedaron en la estancia de Delgado donde el General se recuperó del enorme cansancio del viaje permaneciendo allí tres días y tres noches, para arribar a la ciudad dos días después. En Mendoza se alojó, antes de viajar a la Chacra de Los Barriales en la casa de su gran amiga María Josefa Morales de los Ríos.